Cómo Desarrollar Una Personalidad Que Atrae A El Éxito – 24 de 27

(24 DE 27) COMO DESARROLLAR UNA PERSONALIDAD QUE ATRAE A EL EXITO

por Brian Tracy | ElSeminarioFenix.com

Cómo Desarrollar Una Personalidad Que Atrae A El Éxito – Módulo 24

El gran magnate del acero, Andrew Carnegie, que acumuló una fortuna de más de 500 millones de dólares a principios de este siglo y empezó como un pobre emigrante, dijo en una ocasión que: “pagaría más por la capacidad de llevarme bien con los otros, que por cualquier otra habilidad”. Y hoy en día, en nuestra sociedad, la capacidad de llevarse bien con los demás, la inteligencia social, es el activo más precioso, más valioso del que disponemos, no sólo en cuanto a nuestra profesión, nuestro matrimonio y nuestras relaciones, sino también en cuanto a nuestro bienestar mental.

En esta sesión vamos a hablar de cómo desarrollar una personalidad que atrae al éxito. Vamos a hablar de cómo desarrollar la quintaesencia de la salud mental, qué es una personalidad positiva, una actitud mental positiva; el tipo de persona con quién todos quieren relacionarse y que es bien recibida en todas partes.

Muy al principio de este curso, dijimos que el 85% de todo lo que logren en la vida será el resultado directo de lo bien que se lleven con los demás. Que hoy en día, incluso las mayores empresas americanas, contratan sobre la base de la personalidad y la actitud y no sobre la base de notas, competencias, habilidades y experiencia. ¿Por qué? Pues, porque si la persona tiene las capacidades personales adecuadas, puede aprender cualquier otra cosa que necesite para lograr el éxito. Pero, si la persona tiene todas las capacidades del mundo y una personalidad desastrosa, en modo alguno podrán comprometerse a modificarla.

Así que, el 85% de nuestra felicidad en la vida, según la investigación, se deriva de unas relaciones felices con los demás. También, el 85% de nuestros problemas en la vida se deriva de unas relaciones desgraciadas con los demás. Por si les interesa, el 15 por ciento restante se deriva de los logros. De manera, que es posible que obtengamos cierta satisfacción en la vida de los logros, del éxito, de ganar dinero, desarrollar empresas y profesiones, etcétera. Pero, la mayor parte de nuestra felicidad va a derivarse de nuestras relaciones.

De modo que, en esta sesión, vamos a enseñarles cómo pueden mejorar de manera espectacular la calidad de sus relaciones haciendo algunas cosas muy, muy sencillas.

Sabemos, en cuanto a las relaciones, que existe una relación directa entre lo bien que uno se lleva con los demás y la salud de su personalidad. De hecho, todos queremos tener una personalidad más sana; de modo que, veamos cómo se mide una personalidad sana. ¿Cuáles son algunas de las medidas sencillas? Hemos hablado de algunas de ellas durante este curso. Naturalmente, la medida número uno de una personalidad sana es “cuánto se quiere uno a sí mismo”; esto constituye el centro de la personalidad. Las personas que se gustan mucho, tienen personalidades muy sanas.

La medida número 2 de una personalidad sana es: “cuánta responsabilidad se acepta”. Las personas que aceptan mucha responsabilidad para sí mismas, que se consideran como los agentes claves en sus vidas, las personas que se niegan a culpar a los demás tienen personalidades muy sanas.

Otra medida de una personalidad sana es “la capacidad de perdonar”. Una de las cosas que sabemos, es que existe una relación directa entre la facilidad para perdonar y olvidar cuando alguien le hace daño a uno y la salud de la personalidad.

La medida número 4 de una personalidad sana, es lo que se conoce como “expectativas positivas”. La medida en que se busca el bien en todo y en todos los que le rodean a uno. La gente con una tendencia a buscar el bien son personas realmente sanas.

Y la quinta medida de una personalidad sana, es lo que vamos a comentar hoy: “cómo de bien se lleva uno con los demás”. De hecho, en realidad, uno no puede tener una personalidad sana si está aislado de las relaciones con otros seres humanos. Lo maravilloso es que existe una ley de reciprocidad en esto, en el sentido de que cuanto más se guste uno a sí mismo, más le gustarán los demás, más responsabilidad aceptará, mejor se llevará con ellos. Cuanto más perdone y olvide libremente, cuanto más se niegue uno al rencor, más mejorará la calidad de su relación. Cuanto más se busque el bien en las personas y las situaciones, mejor se llevará uno con uno mismo y con ellos y cuanto mejor se lleve uno con los demás, ¡sorpresa!, más se gustará a uno mismo.

De modo que aquí tenemos, tenemos una serie maravillosa de relaciones recíprocas.

Esto nos lleva a una ley importante, una de las últimas, sino la última ley de la que hablaremos, llamada la “ley del esfuerzo indirecto”. Y la ley del esfuerzo indirecto dice sencillamente que: “en nuestras relaciones con los demás, tendemos a lograr las cosas que queremos indirectamente, con más rapidez de lo que lo haríamos directamente”.

Puedo darles un ejemplo muy sencillo. Si uno intenta conseguir las cosas directamente en las relaciones, a menudo uno se sentirá humillado, avergonzado, etcétera. Permíteme un par de ejemplos, pongamos que quieren impresionar a los demás. Muy bien, quieren impresionar a los demás. ¿Han intentado alguna vez impresionar a alguien, a alguien que consideraban importante o valioso? ¿Lo han intentado? Lo que se acaba haciendo es todo lo contrario, pero el modo de impresionar a los demás es sencillamente este: dejar que ellos nos impresionen, que ellos nos impresionen.

¿Cuál es el modo de interesar a los demás? Si se utiliza la ley del esfuerzo en indirecto, el modo de interesar a los demás en uno mismo es, naturalmente, interesarse por ellos. Si se quiere gustar a los demás, ¿cuál es el mejor medio? Que ellos nos gusten a nosotros. Si se quiere que los demás nos respeten, ¿cuál es el mejor modo? Respetarles. Y en todos los casos esta ley del esfuerzo indirecto actúa para construir nuestras relaciones humanas.

Un último punto, hemos hablado de algunas de las leyes mentales y me gustaría solamente llamar su atención sobre tres, una es la ley de la siembra y la cosecha. La ley de la siembra y la cosecha dice que: “la calidad de nuestra relaciones, lo que estamos cosechando en nuestras relaciones en cualquier momento dado, es el resultado de lo que se ha sembrado en esas relaciones”. Lo que se obtiene de las relaciones tienen muy poco que ver con la otra persona o con el destino o con la procedencia o la naturaleza, con lo que tiene que ver es con lo que uno ha sembrado.

La ley de la correspondencia dice que: “el mundo exterior de uno se corresponderá con un mundo interior; según suceda dentro, sucederá fuera… especialmente en las relaciones”.

Y por supuesto, la ley de la atracción dice que: “uno siempre atrae hacia sí a las personas que son parecidas a como uno es en su interior”. Si quieren sembrar la calidad de sus relaciones, el punto de partida consiste en cambiar la calidad de su relación consigo mismo y sus relaciones externas lo reflejarán.

Cuando hablamos de esto, de lo bien que uno se lleva con los demás, utilizamos un gráfico muy, muy sencillo. Este es el gráfico de la personalidad humana, desde la más introvertida a la más extrovertida. O si lo prefieren, de la persona orientada al interior, a la persona orientada al exterior. Y, la persona con una personalidad verdaderamente sana, se puede llevar bien con una gran variedad de gente, partiendo de un valor medio y, naturalmente, el valor medio es la personalidad media; ni introvertida, ni extrovertida.

Sobre esto podemos sobreponer –supongo que este es el centro, podemos sobreponer otro gráfico; este es el gráfico del amor propio. Desde un amor propio elevado, hasta un amor propio bajo. Y hallamos una cosa muy interesante, este gráfico me lo he inventado yo, hallamos que el gráfico es así; que si uno tiene un nivel bajo de amor propio (digamos aquí abajo), si uno no se gusta especialmente o tiene sentimientos de inferioridad o de negatividad, entonces el número de personas con las que uno se puede llevar bien, estará limitado a las personas que están más bien en el punto medio de la escala, personas podríamos decir, con las que es fácil llevarse, personalidades neutrales, sosas.

Sin embargo, según se va subiendo en la escala del amor propio, según uno se va gustando, respetando y aceptando más y más, el número de personas con las que uno se puede llevar bien va aumentando. Según aumenta el amor propio de uno, uno se puede llevar bien con más y más personas a lo largo de esta gama. Y según uno llega a un punto en el que tiene elevados niveles de amor propio y autoaceptación, uno ve que se puede llevar bien con prácticamente cualquier persona a la que conozca. Y, puesto que, en la vida el asunto más importante es llevarse bien con tantas personas como sea posible, porque con cuentas más personas se llegue uno bien más oportunidades tendrá de llevar una vida interesante, fascinante, emocionante… una cosa que es maravillosa es que según aumenta el amor propio, al trabajar uno sobre uno mismo, la calidad de las relaciones con los demás se amplía.

De modo que, ¿cuál es la clave para aumentar nuestro amor propio? Es maravilloso observar que debido a la ley de la reciprocidad, cada cosa que hacemos para aumentar el amor propio de los demás, aumenta nuestro amor propio al mismo tiempo. Esto significa que no se puede hacer nada verdaderamente amable o generoso para aumentar el amor propio de los demás, sin aumentar también el de uno mismo.

Si desean tener una personalidad verdaderamente sana, entonces utilicen la ley de la inversión. la ley de la inversión, en una de sus aplicaciones dice sencillamente lo siguiente, que “todo lo que uno haga para aumentar el amor propio de los demás, aumenta el amor propio de uno de manera simultánea”. De modo que, lo que vamos a estudiar durante el resto de esta sesión, van a ser algunas de las cosas que podemos hacer para aumentar el amor propio de los demás y aumentar de manera simultánea nuestro amor propio, para que logremos una personalidad más sana.

Y por cierto, existe una relación directa entre una relación feliz con los demás y la longevidad, la salud, la energía, la vitalidad, la resistencia ante la enfermedad y todo lo demás. Y la clave, la clave para aumentar el amor propio de los demás, consiste en hacer que se sientan importantes. Háganles sentirse importantes. Esta es y siempre ha sido, la clave para el éxito en las relaciones humanas.

Mary Kay Ash, tiene un dicho precioso, dice: “hazme sentirme importante”. Es como si todas las personas a las que uno conoce, llevarán un cartel que dijera: “hazme sentirme importante”. Y lo que se hace es responder ante el cartel, hacer que los demás se sientan importantes, tratarlos bien. Háganles sentirse importantes y les sorprenderá ver que ustedes se sienten importantes también.

El principio de la reciprocidad funciona. ¿Cómo hacemos que los demás se sientan importantes?

En primer lugar, lo principal es eliminar la crítica destructiva. Eliminen la crítica destructiva. Nada hace disminuir el amor propio de una persona más deprisa, que la crítica destructiva. Eliminen la crítica destructiva. Recuerden que la crítica destructiva en la infancia es la que produjo nuestros miedos al fracaso, nuestros miedos al rechazo, los sentimientos de inferioridad o inadecuación, desmerecimiento culpa y todo lo demás. Y, la mayoría de nosotros, seguimos luchando por superar esos sentimientos producidos por los comentarios descuidados que nuestros padres nos hicieron en la infancia. Así que eliminan la crítica destructiva. Nunca critiquen a nadie, porque la crítica los desvaloriza, destruye su amor propio, les hace sentirse fatal. Solamente ese cambio en su vida, la eliminación de la crítica destructiva, le hará a usted una persona mucho más atractiva de lo que se pueda imaginar, si es que tiene una tendencia a la crítica.

Número dos, sea agradable. ¡Sea agradable! ¡Sea agradable! Eso quiere decir que no discuta. Recuerdo que cuando yo era joven, tenía mucha labia, por así decirlo y solía ganar en las discusiones, solía ganar cualquier discusión. Hacía mis lecturas, investigaba y se me daba muy bien. Llegué a un punto en que nadie podía ganarme en una discusión. ¿Y saben? Llegué también a un punto en que no tenía a nadie con quien discutir. Llegué a un punto en que nadie quería hablar conmigo, nadie quería tener nada que ver conmigo, nadie me invitaba a su casa. La gente no jugaba conmigo en la escuela porque yo discutía y aunque aparentemente ganaba, era yo el que perdía. De modo que, ¡no discutan!

Se evita discutir por medio de una técnica muy sencilla. Es así: se ha de intentar comprender a los demás, antes que los demás le comprendan a uno. Utilicen la ley del esfuerzo indirecto e intenten, en primer lugar, comprender el punto de vista de la otra persona. ¿Qué es lo que hace que la otra persona sienta y piense como lo hace? Si no están de acuerdo con el otro, la tendencia natural de la personalidad poco madura, es intentar abrumar al otro por medio de la discusión.

Sin embargo, la tendencia de la personalidad madura es dedicar tiempo a intentar comprender por qué la otra persona piensa y siente como lo hace. Podría muy bien ser que su razonamiento fuera superior al de uno. Por lo menos, es verdad que una persona a la que se convence contra su voluntad, mantiene su propia opinión.

Uno de los principios más importantes en el desarrollo de la personalidad humana, consiste en el principio de la resistencia pasiva. Este principio de resistencia positiva, fue llevado a la perfección por Gandhi en la india, en nuestro siglo. Él fue capaz, por así decirlo, de vencer a todo el imperio británico y de sacar a la india del imperio y hacerla independiente, sencillamente por medio del proceso de no oponer resistencia. La biblia, en el nuevo testamento, dice que Jesús dijo: “ponte de acuerdo con tu adversario repetidamente”.

Existen varios motivos para esto, la primera razón es que el mejor método para mantener una mente positiva, para tener entusiasmo, para gustar a los demás y para que los demás nos gusten, consiste en no discutir con ellos, en hacer todo lo posible para evitar una discusión. Cuando me casé, hallé que la tendencia natural en las personas cuando viven juntas es discutir, porque no se está de acuerdo en cuanto a momentos y cosas y demás. Pero también averigüé algo muy útil, que me ha ayudado mucho y es ponerme de acuerdo rápidamente. Cuando uno se da cuenta de que se aproxima a una discusión, debe alejarla. Póngase de acuerdo e intenten ver el punto de vista de la otra persona.

¿Cuál es el lugar donde hemos de empezar a ser agradables o negarnos a criticar? Por supuesto, en nuestra propia casa. Lo interesante, y Emmet Fox lo dice muy bien, es que si tiene que ser grosero séalo con los extraños, pero guarde sus buenos modales para su propia familia. Tenemos una tendencia natural de ser muy educados con las personas que no hemos visto en la vida, ni volveremos a ver y luego ir a casa y criticar, quejarnos y discutir con las personas a las que más queremos.

Muy bien, el tercer principio para hacer que los demás se sientan importantes –ahora usted ya no critica, no discute, tiene una personalidad agradable, positiva–, lo tercero, el tercer comportamiento, es la aceptación. La aceptación satisface a uno de los deseos subconscientes más profundos. Recuerden, cuando llegamos al mundo, lo que deseamos más que cualquier otra cosa es que nuestros padres nos acepten, que nuestros padres nos quieran, nos den su aprobación y nos acepten de manera incondicional y cuando nos hacemos adultos, seguimos necesitando ese amor y esa aprobación.

El modo en que transmitimos la aceptación es muy sencillo, sonriendo. Cuando sonreímos a otra persona, transmitimos la aceptación. De hecho, el trabajo realizado en psicología interpersonal y en la dinámica interpersonal, sugiere que cuando dos personas se encuentran por primera vez y cada vez subsiguiente, lo primero que sucede es que se produce una relación de aceptación o de falta de aceptación. Esto se transmite por medio del lenguaje corporal, de las expresiones de la cara, del tono de la voz. Pero, hasta que se establezca esa relación, no se produce ninguna otra comunicación y se puede dar impulso a esa relación sencillamente por medio de la sonrisa y de la aceptación incondicional de esa otra persona, sea quien sea.

El paso número 4, es la apreciación. La apreciación es como la aceptación. Cada vez que uno realiza cualquier tipo de apreciación, aumenta el amor propio de la otra persona. Al sonreír –por cierto, la investigación parece sugerir algo interesante, que cuando uno sonríe, no solo produce en la otra persona una sensación positiva sino que la sonrisa, el esfuerzo de sonreír, incluso produce endorfinas en el cerebro y le proporciona a uno mismo una sensación general de bienestar. Se dice que, incluso una sonrisa falsa, es mejor que un ceño fruncido sincero, de modo que sonrían, oblíguense a sonreír y verán que pueden llegar a tener ganas de sonreír sencillamente acostumbrándose a sonreír a los demás.

En cuanto a la apreciación, ¿Cómo expresamos apreciación? Utilicemos las palabras “muchas gracias” una y otra vez. Den las gracias a su cónyuge, den las gracias a sus hijos, den las gracias a sus compañeros y sus subordinados, a la gente en los restaurantes, den las gracias de manera habitual, cuando les apetezca. La expresión de la gratitud, hace que aumente el amor propio de los demás igual que sube el mercurio en el termómetro un día caluroso. Y verán que los hombres y las mujeres con más poder, con más éxito, tienden a ser muy corteses y suelen ser muy educados.

Las caracterizaciones que vemos en la televisión de los hombres y mujeres que tienen mucho poder, pero son autoritarios y tratan mal a la gente, no se corresponden demasiado con la vida real, porque la gente llega al poder y al éxito en la medida en que logran la cooperación de los demás y la gente sólo tiende a cooperar con los demás, si los demás son el tipo de personas con quienes resulta grato trabajar. De modo que, sean corteses, sean educados, demuestren su apreciación, den las gracias.

Tomas Caroline, dijo en una ocasión que “se puede distinguir a una gran persona por su modo de tratar a las personas pequeñas” y esto es muy cierto.

El número cinco, es la admiración. La admiración quiere decir: “admirar los rasgos de otra persona; si la persona es aplicada o puntual o trabajadora o precisa; o admirar las posesiones de otra persona”. Porque verán, nuestras emociones se entrelazan con nuestro carácter y nuestra personalidad y cuando alguien nos los reconoce y admira, nos sentimos estupendamente. También nos identificamos con nuestras posesiones, nos sentimos orgullosos de nuestras casas, nuestros coches, nuestros relojes, nuestros zapatos, nos sentimos orgullosos de nuestros hijos, de nuestras oficinas y si alguien nos dice: “¡vaya qué bonito es eso!” o “¡qué coches más estupendo!” o “¡qué casa más bonita!” o “¡qué salón más grande!” o “¡qué traje más estupendo!”, cualquier cosa, siempre que sea sincera.

Yo nunca digo nada que no sea sincero, porque la gente es muy lista, pueden detectar la falta de sinceridad. Recuerden, Abraham Lincoln dijo: “a todo el mundo le gustan los cumplidos”. A todo el mundo le gustan los cumplidos. Yo he trabajado con multimillonarios y con directivos de grandes empresas y de cadenas de empresas muy poderosos y prósperos y he averiguado que decirles algo que siento verdaderamente y que representa un cumplido sobre ellos o sobre sus negocios o su trabajo, etcétera, siempre obtiene una respuesta tan positiva como la admiración por la posición de alguien que tuviera poco amor propio. A veces, las personas con mayor amor propio y con más éxito son las que más necesitan la admiración y la apreciación.

La sexta cosa que pueden hacer para aumentar el amor propio de los demás –y recuerden, cada vez que aumenta en el amor propio de alguien, aumenta en el suyo, cada vez que mejoran la salud de la personalidad de otro, por medio de la ley del esfuerzo indirecto, aumentan la salud de su propia personalidad–, es la aprobación. La aprobación. Satisface uno de los anhelos más profundos de la psique humana, el deseo de ser estimado. El deseo de ser estimado.

De hecho, una de las definiciones del amor propio es la medida en que un individuo se considera digna de encomio. Una persona que se considera digna de encomio, tiene un elevado amor propio. De modo que, cuando se le da aprobación y alabanza –y esto está demostrado, creo que fue napoleón el que dijo: “he hecho un descubrimiento increíble, los hombres dan sus vidas por las medallas”. En otras palabras, se dio cuenta de que los soldados que no darían su vida por todo el dinero del mundo, la arriesgaban en la batalla a cambio de la aprobación y la alabanza que representaban las medallas que él repartía.

Claves para la aprobación:

  1. Número uno, actúe inmediatamente. Cuanto más próxima esté la alabanza a lo que se alaba, más viva resultará la persona; repetirá la acción. Si desean que sus hijos o sus empleados continúen haciendo algo, tan pronto como lo hayan hecho díganles: “qué bien te ha salido”.
  2. Número dos, sean específicos. Digan: ¡qué bien has arreglado ese césped, esa casa, que bien has escrito esa carta!”, o lo que sea. Cuanto más inmediato y específico sea el cumplido, más rápido aumentará el amor propio y más probable será que se repita el comportamiento.
  3. Y en tercer lugar, haga el cumplido en público. Cuando se reconoce algo en público, su efecto se duplica o se triplica, porque el efecto de las opiniones de los demás sobre nuestro comportamiento es enorme. De hecho, hay muchas evidencias que sugieren que somos quienes somos y hacemos lo que hacemos debido a lo que creemos que los demás piensan de nosotros. Nos afecta muchísimo lo que piensan los demás.

Muy bien, el número siete es la atención. La atención es uno de los modos más potentes de aumentar el amor propio. La atención quiere decir escuchar.

¿Por qué tienen tanta fuerza la atención y el escuchar? Porque siempre prestamos atención a lo que valoramos y negamos atención a lo que no valoramos. De modo que, si desean decir a alguien que les aprecian, que son personas valiosas, préstenles mucha atención, escúchenles, dedíquenles tiempo.

He aquí, algunas de las claves de la atención. La primera es: escuchen atentamente. Escuchen atentamente. Escuche sin interrupciones, con paciencia, con dedicación.

La segunda es: esperen antes de contestar. Esperen antes de contestar, no interrumpan. Dejen a la persona decir todo lo que tenga que decir y hagan una pausa, esperen. Háganles ver que de verdad están pensando en lo que ellos dicen.

La tercera es: pregunten, para que las cosas queden claras. En vez de apresurarse a hablar, pregunten para que quede claro lo que ha dicho la otra persona, es un modo de decirles que de verdad están escuchando. Y he aquí la mejor de las preguntas: “¿qué quieres decir?” Cuando hayan oído hablar a una persona y quieran comprender perfectamente y decirles que están escuchando digan: ¿qué quieres decir exactamente? Y pídales que se lo expliquen con claridad.

Y finalmente, recuerden el boomerang. El boomerang dice sencillamente que: “cualquier expresión genuina, expresada por uno a cualquier otra persona, va a volver a uno”. Al igual que la ley de la siembra y la cosecha, la ley de la causa y el efecto, la ley de la atracción, la ley de la correspondencia dice que: cualquier emoción genuina –recuerde, emoción genuina–, en otras palabras, si dicen algo positivo sobre otra persona, le llegará a esa persona y luego volverá y producirá un efecto de boomerang sobre ustedes. De modo que, digan solo cosas buenas.

Cuando hablen de los demás, hablen de ellos como si lo que están diciendo fuera aparecer en los periódicos. Cuando piensen en los demás, emitan pensamientos positivos e ideas positivas. Piensen, continuamente, en el modo de hacer que los demás se sientan importantes. Traten a los demás como si fueran las personas más valiosas del mundo, porque ellos creen que lo son.

Y la última regla, con respecto a unas relaciones humanas superiores, es la que llamamos: la regla dorada. La regla dorada dice sencillamente: “ama al prójimo como a ti mismo”. Ama al prójimo como a ti mismo. Traten al prójimo como a ustedes mismos. Pregúntense en cualquier situación: “¿cómo me gustaría que me trataran en esta situación?”. Pregúntense, cuando estén en una situación difícil con alguien o cuando están discutiendo o no estén de acuerdo con alguien: “si yo estuviera en su lugar, ¿cómo me gustaría que me trataran en esta situación?” Y he aquí algo que pueden hacer: elijan un modelo, elijan a una persona a la que admiren más que a nadie en el mundo en cuanto a personalidad y en cualquier situación hagan como si fueran esa persona.

Hace muchos años, cuando viajaba por áfrica, trabajé con el doctor Albert Schweitzer, una de las personas más maravillosas de todos los tiempos. De modo que, a menudo, en muchas situaciones me digo: “¿cómo actuaría Albert Schweitzer en esta situación?”, o me pregunto: “¿cómo actuaría Jesús de Nazaret en esta situación?”. Y si utilizan los modelos y utilizan como luz y guía la norma de hacer que los demás se sientan importantes, desarrollarán una personalidad para el éxito que les conducirán a lograr todo lo que deseen en la vida, en un mundo que está lleno de otras personas.

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