(26 DE 27) COMO CRIAR SUPER NINOS
Cómo Criar Super Niños – Módulo 26
Quizás la más permanente de las relaciones que se establecen en la vida, es la que se produce cuando se trae un niño al mundo; dura más que muchos matrimonios, más que los trabajos y las profesiones, dura más que el dinero y los sitios y los negocios, dura hasta la muerte de uno de los dos. Sin embargo, la mayoría de nosotros venimos al mundo sin tener ni idea de cómo criar a nuestros hijos; venimos sin ninguna cualificación elemental para ser padres y la gran tragedia es que la mayoría de la gente no hace ningún esfuerzo por adquirir estas cualificaciones.
Hoy es posible para ustedes aprender muchísimo sobre cómo criar niños felices, sanos, seguros de sí mismos, maravillosos, cariñosos, llenos de vitalidad, realizados. Hay mucha información disponible. ¿Y saben?, entre el 80 y el 90 por ciento de los padres no se molestan en comprar ningún libro sobre el tema, ni en asesorarse con ningún experto, ni siquiera en pedir consejos, salvo a su suegra o al vecino de enfrente. Es muy importante.
En esta sesión de hoy vamos a hablar de cómo crear súper niños y les voy a dar algunas ideas clave que pueden utilizar (y yo tengo tres niños que creo que son súper niños).
Tengo a Cristina que tiene 7 años; Michael que tiene 5 y el pequeño David que tiene 1 añito y son niños estupendos. Todo lo que les voy a contar lo hacemos con ellos 7 días a la semana y les puedo asegurar que la ley de la siembra y la cosecha funcionan con los niños; lo que siembren en sus niños lo cosecharán en sus niños.
Todo lo que den a sus niños se lo van a devolver, ya sea positivo o negativo; pero, si dan el bien a sus niños lo maravilloso es que les verán florecer.
Empecemos con una pregunta elemental, ¿cuál es la función de la paternidad? ¿Cuál es la función clave de la paternidad? En mi opinión la respuesta a esa pregunta es muy sencilla; la función de la paternidad, la tarea más importante que acometemos, la función de la paternidad es criar con cariño a los niños, ¡eso es todo! La función de la paternidad es criar a los niños con cariño hasta que cumplan 18 años o hasta que lleguen a la madurez y hacer que esos niños desarrollen mucho amor propio; que desarrollen mucho amor propio. En mi opinión esta es la función clave de la paternidad, nada más es significativo o importante comparado con el desarrollo del amor propio ¿Por qué? Porque si se puede criar a un niño hasta los 18 años de manera que se quiera, que se considere un joven valioso y útil e importante, se valdrá por sí mismo; será responsable de sí mismo, será capaz de tomar sus propias decisiones y entonces, sea lo que sea lo que les depare la vida en los años venideros, ustedes les habrán dotado de unos cimientos psicológicos fuertes como una roca y ellos podrán hallar su propio camino y lograr una vida maravillosa para sí y para los demás.
Sin embargo, si dan a sus hijos todas las cosas del mundo pero les privan de este amor propio, si le privan de esta confianza en sí mismos, de esta fe en sí mismos, de este convencimiento de que pueden hacer lo que sea necesario para lograr el éxito, si les dejan cualquier cosa menos el amor propio, no habrán tenido éxito como padres. De manera que criar a los hijos y dotarles de amor propio se convierte en el principio organizador de la paternidad.
El principio organizador significa que uno se ha de preguntar continuamente –sabiendo que todo cuenta, se ha de preguntar continuamente: ¿aumentará esto el amor propio en mi hijo? ¿Esta situación, este asunto, mi reacción, están contribuyendo a construir y criar con amor a este pequeño ser humano que se me ha confiado? ¿O no?
En el caso de Cristina mi hija mayor, una niña maravillosa; yo le expliqué cuando era muy chiquita que me vino (tal como explica Khalil Gibran en su libro “El Profeta”), que nos vino a Bárbara y a mí de Dios y que nuestro deber es cuidarla y amarla hasta que crezca y que ni nos pertenece, ni es nuestra propiedad; que no debemos moldearla cómo queremos que sea, debemos criarla con amor y disciplina y enseñarle y darle todas las oportunidades para crecer y desarrollarse. Pero nuestro deber es cuidarla hasta que crezca y ella lo comprende muy bien; que nuestro deber es criarla con amor y dotarle de amor propio y que vino de Dios, y ella se considera como alguien muy, muy especial; porque, pásmense, a ninguno de sus amigos les han dicho esto.
De modo, que estos son los principios organizadores que utilizamos con nuestros hijos.
Ahora bien, ningún padre es perfecto. Los padres nos equivocamos, nos cansamos, nos enojamos, gritamos a nuestros hijos, les damos azotes y les castigamos; pero, por lo general, si utilizamos el principio organizador de hacer que crezca el amor propio en nuestros hijos, estas son las cosas que hemos de recordar:
Número uno, la crítica destructiva es extraordinariamente dolorosa para un niño. La crítica destructiva prepara a los niños para una vida llena de complejos de inferioridad, vacía de amor propio, plagada de miedos al fracaso y al rechazo. De modo, que no utilicen jamás la crítica destructiva con sus hijos, jamás humillen a sus hijos, jamás utilicen la crítica destructiva con sus hijos; en vez de esto, hagan lo posible para fortalecerles. Esto no significa que no les traten con disciplina, que no los controlen; pero, nunca les digan: “eres un niño malo” o “eres una niña mala” o “eres un mal bicho” o “no sirves para nada” o “nunca dices la verdad”. Nunca digan a sus hijos algo que no deseen que se incorpore a sus personalidades, porque atravesará la mente consciente y penetrará en el subconsciente y se programará y aceptará como una verdad porque ustedes lo dijeron, aunque fuera en un momento de enfado. De modo, que jamás utilicen la crítica destructiva con sus hijos, los niños son muy vulnerables a la crítica destructiva.
Número 2, recuerden que la ausencia de amor o el amor retenido es el principal motivo de los problemas psicológicos, físicos y emocionales en la vida. Que los niños necesitan amor y si ustedes niegan el amor a sus hijos (y por cierto esto no es lo que ustedes piensen sino lo que el niño perciba) todo es percepción.
Ahora bien, el niño es muy poco profundo durante sus años de formación, el niño no sabe que ustedes le quieren de verdad a no ser que se lo digan, se lo demuestre una y otra vez. Muchos niños al crecer, se han visto en la necesidad de acudir a psiquiatras y psicólogos para intentar combatir de que jamás creyeron que sus padres les quisieran. Si uno habla con sus padres; dicen: “por supuesto que quiero a mis hijos”. Si se les pregunta se les dijo a sus hijos; contestan: “Pues no, no se lo dije; pero ellos saben que les quiero”. ¡No! los niños no lo saben. Como se suele decir, necesitan oírlo.
El número tres es, recuerden que los niños necesitan un flujo continuo de amor y aprobación. El amor y la aprobación son el alimento psicológico que los niños necesitan para crecer. Imaginen que sus hijos reciben su alimento por vía intravenosa, que este alimento es el ingrediente crítico para el desarrollo de su personalidad y el ingrediente crítico en ese alimento por vía intravenosa son las palabras y los gestos de amor y aprobación suministrados como un flujo continuo; si se interrumpe el flujo es como interrumpir el flujo de alimentos o de oxígeno al cerebro emocional, lo necesitan todos los días, todas las noches, mañana, tarde y noche; lo necesitan continuamente mientras crecen, lo necesitan como el alimento físico; necesitan mucha comida porque están creciendo. También necesitan mucho apoyo emocional mientras crecen.
El cuarto punto que se ha de recordar es este, los niños necesitan que se les alabe. Las alabanzas hacen crecer a los niños. De hecho, se ha averiguado que cuando se alaba a un niño su sistema psicológico vibra como una nueva energía; necesitan que les animemos. Recuerden, los niños tienen miedo, porque son personitas pequeñas en un mundo grande; necesitan que les animemos continuamente “ustedes pueden hacerlo, claro que pueden hacerlo, adelante, inténtenlo”. También necesitan refuerzo, a veces se equivocan y a veces hacen las cosas bien; necesitan que se les diga “¡qué bien lo has hecho! ¡Qué maravilla!” Necesitan alabanzas y refuerzos, necesitan paciencia.
Los niños necesitan paciencia porque parece que aprenden despacio. Lo mejor que pueden hacer por sus hijos es ser pacientes y apoyarles; también quererles, también ser amables. Los niños necesitan muchísima amabilidad y necesitan atención, necesitan ternura, amabilidad, especialmente necesitan paciencia, sobre todo cuando menos paciencia tienen, cuando más nos exasperan es cuando más pacientes hemos de ser con ellos; más amables, más comprensivos, más compasivos.
El punto quinto es que digan a sus hijos que les quieren todos los días. Díganles que les quieren todos los días; yo me sorprendo, yo… me sorprendo; díganles que les quieren todos los días. Me sorprendo al ver cuantos padres no dicen a sus hijos que les quieren, dicen: “pero si el niño sabe que le quiero”. Yo he discutido por esto, dicen: “pero si sabe que le quiero, no tengo que decírselo”. El hecho es que los niños necesitan saberlo y por supuesto ¿por qué no lo saben? Porque nuestros padres nunca nos dijeron que nos querían. Si crecemos en una familia donde nuestros padres nunca nos dicen: “te quiero, me importas, te deseo lo mejor” y nunca nos alaban, ni nos animan, creceremos sintiéndonos muy incómodos. Pero les diré esto, que si dicen a sus hijos que les quieren de manera habitual, ellos se lo dirán a ustedes también; les enseñaran a querer. De modo, que aprendan a utilizar las palabras una y otra vez.
El comportamiento número uno es el mejor regalo que un padre puede hacer a un hijo, amor incondicional.
Asegúrense de que el niño sabe que le quiere al cien por cien, haga lo que haga, pase lo que pase, que nada en el mundo puede hacer que dejen de quererle al cien por cien; esto es esencial.
Yo tengo un juego para mi niña y mi niño, lo llamamos “el juego del amor”. Les pregunto: “¿cuánto te quiero?” Y en el juego me dicen: “me quieres así”, y yo digo: “venga ya ¿así? Venga” digo: “¿así?” Y por fin dicen: “¡así!”, y yo digo: “bueno ¿y cuando os grito?” Me dicen: “entonces… entonces también nos quieres así” y digo: “¿y cuando os grito y os mando a vuestro cuarto y os pongo en el rincón?” Y me contestan: “nos sigues queriendo así. Papá, hagamos lo que hagamos nos quieres siempre”.
Esto es lo mejor que pueden hacer para convencer a sus hijos. Yo hago esto para condicionarles. Lo hago porque quiero imprimir profundamente en su mente subconsciente que les quiero totalmente; de modo, que pueden ir por la vida mientras que sean niños en edad de crecer sin jamás, ¡jamás! dudar que papá y mamá les quieren de veras. Recuerden, el fenómeno del amor condicionado es lo que da lugar al miedo, al rechazo, a los sentimientos de inferioridad e inseguridad.
Los niños, por cierto, que no crecen con suficiente amor, durante sus años de formación desarrollan lo que se llama “una necesidad por deficiencia” y pasan al resto de sus vidas como demóstenes con su linterna buscando a un hombre honrado. Pasan el resto de sus vidas buscando el amor que se les negó en la infancia ¡tengan cuidado con esto! Nunca se puede dar a un niño demasiado cariño durante los años de formación, nunca se le puede querer demasiado; se le pueden dar montones y montones de cariño, denle todo el cariño que puede absorber.
La segunda manera de demostrar amor es el concepto visual. Los niños tienen unos depósitos emocionales y beben el amor de sus padres a través de los ojos de los padres y cuando se mira a un niño con cariño diciendo: “te quiero, te quiero mucho” el niño se siente de maravilla. Así que digan: “te quiero” pero mirándole a los ojos.
Saben, la mayoría de los padres solamente miran a sus hijos a los ojos cuando les están riñendo y muchos niños se crían con una considerable inquietud en relación con el contacto visual directo con los adultos. En nuestra sociedad el contacto visual directo se considera como una señal de hostilidad, porque muchos de nosotros mientras crecíamos sólo teníamos contacto visual con nuestros padres cuando nos reñían y cuando nos hablan amablemente a veces están mirando la televisión o leyendo el periódico. De modo, que miren al niño directamente a los ojos.
La tercera manera es el contacto físico. Recuerden, los niños son muy emocionales y muy visuales, son muy físicos y necesitan el contacto físico; necesitan que les abracemos, que les besemos, que les acariciemos, que les tomemos en brazos y cada vez que abracen a sus hijos con calor y cariño desde la primera infancia y hasta la edad adulta y les den un golpecito en la espalda o les pase en el brazo por el hombro o les acaricien la cabeza, el contacto físico como dice la canción: “acaricia mi mejilla cuando pases por mi silla, las cosas pequeñas son grandes para mí”. El contacto físico con sus hijos es una de las maneras de decirles que les quieren.
Es muy interesante que en unos estudios realizados a finales de los 40 se averiguó que los bebés a los que nadie cogía en brazos en los hospitales, a los que nadie abrazaba al darles de comer empezaban a atrofiarse, a encogerse, dejaban de comer y muchos morían de una enfermedad llamada “marasmo” porque adolecían de calor y de contacto físico. Así que el contacto físico es absolutamente esencial para el bienestar y la salud del niño.
La cuarta es la atención centrada (por cierto, es interesante). Muchos padres tienen la idea de que si se abraza demasiado a un niño, a un varón, si se le abraza y besa demasiado durante su primera infancia se afeminará. De hecho, lo que sucede es precisamente lo contrario; cuantos más besos y abrazos, cuanto más contacto físico tenga un niño con su madre y su padre y sobre todo su padre, más masculino será, más seguro de sí mismo y con más confianza en sí mismo crecerá. Cuanto menos contacto físico menos seguridad; más ira, más tensión nerviosa. Recuerden pues, que no se puede dar a un niño o a una niña un exceso de contacto físico y la atención centrada significa que dedican tiempo al niño todos los días, usted y el niño solos, paseando, hablando, escuchando; sin televisión, sin periódicos, sin nadie más; unos pocos minutos al día que hagan que el niño vea que es importante.
Verán, los niños que no pasan tiempo solos con sus padres están convencidos de que papá y mamá no lo hacen porque no son niños buenos. No saben que los padres están ocupados o haciendo otra cosa. Sienten solamente que hay en ellos algo defectuoso y que por eso sus papás no les dedican su tiempo. De modo, que tengan cuidado.
Lo que cuenta es la percepción del niño, no la realidad.
Muy bien, pues el número seis son, las expectativas positivas. Las expectativas positivas como averiguó el Doctor David McClellan de la universidad de Harvard son: “uno de los factores determinantes más importantes para un rendimiento máximo en los jóvenes”. Las expectativas positivas para el niño por parte del padre, hacen que el niño haga todo lo posible para crecer y cumplir con las expectativas del padre. De hecho, averiguó que existían dos factores:
Uno era un hogar democrático. Un hogar democrático donde se esperaba que el niño diera su opinión desde una edad temprana y un hogar donde los padres en efecto decían: “creo en ti, hagas lo que hagas creo en ti, creo que las cosas te saldrá bien”. Estos 2 factores por sí solos llevaban a que los niños lograran grandes resultados en la adolescencia y al hacerse adultos jóvenes, a veces 10, 20 años antes que los niños que no habían sido criados en hogares democráticos, cuyas opiniones se despreciaban y cuyos padres expresaban expectativas negativas como las que hemos oído muchas veces.
Un niño estudia mucho, llega a casa con 5 sobresalientes y con un notable y lo primero que dice el padre es: “¿qué es este notable?”, no: “que bien, cuanto sobresaliente” sino: “¿qué es este notable?”. Lo que esto hace es desmoralizar al niño por completo.
De modo, que las expectativas positivas son esenciales para el desarrollo de una personalidad sana.
En séptimo lugar enseñen a sus hijos a decirse: “me gusto” desde una edad temprana. Enseñen a sus hijos a decirse “me gusto” desde una edad temprana; “me gusto, me gusto, me gusto”. Porque los niños con un elevado concepto de sí mismos, con mucho amor propio, se gustan demasiado como para ir mal en la escuela; sacan mejores notas, tienen más amigos, les caen mejor a sus compañeros y a sus maestros; tienen mucha menos tendencia a usar drogas, resisten mejor las presiones sociales, no se meten en líos, no hacen gamberradas. De modo, que enseñen a sus hijos a decir: “me gusto, me gusto”.
A nuestros hijos les enseñamos en cuanto supieron a hablar a decir: “me gustó y me quiero, me quiero, me quiero”. Y se ponen delante del espejo y se dicen: “me quiero, me quiero, me quiero”; y actúan en consecuencia. La gente los para por la calle y nos dicen (y esto es estupendo) nos dicen: “esos niños no temen a nada ¡esos niños no temen a nada!” Y este era nuestro mayor deseo después de haber pasado nuestras propias infancias negativas con unos padres muy dados a la crítica destructiva, queríamos que nuestros hijos crecieran sin temer a nada.
Así que estas son las cosas que hay que hacer, las 7 claves que hacen que nuestros hijos crezcan con un buen concepto de sí mismos. Esto nos lleva a un punto importante. Muchos padres que han seguido nuestro curso, en este punto e incluso antes, se sienten culpables e intranquilos; se sienten un poco molestos porque saben que han gritado a sus hijos, les han criticado, les han hecho daño; a veces sus hijos tienen problemas de personalidad, tienen problemas con sus notas, con el colegio, con los amigos; sus hijos tienen poco amor propio, tienen sentimientos de inferioridad y los padres están intranquilos y molestos porque se dan cuenta de lo que han hecho con sus hijos y de lo que sus padres les hicieron, y ahora (por así decirlo) están recogiendo la cosecha; miran a sus hijos y se dan cuenta de que, lo que son nuestros hijos, es más el resultado de lo que les hemos hecho y dicho que de cualquier otra cosa.
Así que esta es la solución para este problema. Absolutamente sorprendente.
Ustedes pueden deshacer el daño hecho por medio de una técnica sencilla:
Lo primero que tienen que hacer cuando vuelvan a su casa de este curso es reunir a sus hijos, sentarse con ellos y pedirles perdón por todas sus anteriores críticas destructivas; díganles: “he hecho un curso, comprendo los efectos de la crítica destructiva y lamento todas y cada una de las cosas que he hecho o dicho que os hayan hecho sentiros mal, os pido perdón y espero que me perdonéis”. Esto es lo más increíble que un padre puede hacer a su hijo, porque los niños quieren querer a sus padres y que sus padres les quieran; pero la crítica destructiva va construyendo un muro de desconfianza, de miedo y de falta de seguridad, y cuando usted en tanto que padre y sólo usted puede hacerlo, usted en tanto que padre pida perdón y diga: “lo siento ¿me perdonas?” De repente, los hijos se sienten liberados, como si se les hubiera quitado un peso enorme de encima.
¿Por qué les digo esto? Pues, porque el objetivo es que ustedes acepten al cien por cien su responsabilidad en cuanto a toda la culpa que les hayan producido con sus actos o sus palabras. Acepten al cien por cien su responsabilidad y digan: “yo soy responsable, lo siento, perdóname, ¿puedes perdonarme?” Y sus hijos se quedarán atónitos.
Hemos visto como las vidas de algunos niños se han transformado por completo, niños de 15, 16 años, en reformatorios o internados; niños problemáticos que llevan años metidos en líos, cuyas personalidades se transformaron literalmente de la noche a la mañana.
Una pareja hizo este curso no hace mucho, volvieron a su casa donde tenían una hija de 16 años con la que no había ninguna comunicación, era retraída, tímida, no quería hablar con sus padres. Sus padres volvieron a casa, se sentaron a su lado y le pidieron perdón. Se dieron cuenta que no habían hecho más que quejarse, quejarse y quejarse.
¿Saben ustedes que los padres medios norteamericanos critican a sus hijos y se quejan de sus hijos 8 veces por cada vez que les alababan? ¡8 veces! 8 latigazos psicológicos a la psique o las emociones de un niño que se está desarrollando. Se dieron cuenta de que se habían acostumbrado a criticar y a quejarse, volvieron a casa y pidieron perdón. Luego me dijeron que el día siguiente cuando se sentó a desayunar estaba transformada, me dijeron que era como un ruiseñor, estaba feliz, se reía, se había abierto hacia el exterior, ella y su madre se hicieron grandes amigas, ella y sus padres empezaron a salir a cenar, ¡vamos fue una especie de milagro!
Una vez conocí a una familia en la que el padre crió a 10 hijos. Él había crecido en un entorno lleno de críticas negativas y destructivas y había hecho críticas destructivas a todos sus hijos. Muchos de ellos tenían graves problemas matrimoniales, algunos tenían graves problemas psicológicos, problemas con sus cónyuges, el mayor tenía 30 años, el menor 14. Al final del seminario todos estaban aquí; todos los hijos, todos sus cónyuges, el padre y la madre y al final del seminario él se puso de pie, se volvió y fue a cada hijo diciendo: “lo siento ¿me perdonas?” Y según se acercaba a cada hijo cada hijo se puso a llorar y para cuando había hablado con todos sus hijos, todos los que estábamos en la sala estábamos llorando. Fue algo extraordinario y la familia se transformó literalmente de la noche a la mañana.
Lo siguiente que hay que hacer, algo lógico y evidente, es prometer nunca más volver a hacerlo. Nunca más… volver a hacerlo. ¿Por qué? Para estar seguros de que las cosas han quedado claras… y finalmente darles permiso para recordárselo cuando se les olvida ¡porque se les olvidará! O cuando se descuiden, de cuando en cuando y dejarles que le digan: “papá ¿es eso una crítica destructiva?” o “mamá ¿es eso una crítica destructiva?” y ustedes contestarán: “si, lo es, tienes razón, lo siento”.
Verán que, si convierte en la eliminación de la crítica destructiva en un juego ¡esto! será la meta de su familia, no permitir que haya críticas destructivas en su familia. Eliminen la crítica destructiva, no permitan que nadie en su familia critique destructivamente a nadie. Que quede perfectamente claro que se puede discutir, se puede pelear, se puede no estar de acuerdo, (es algo que sucede en todas las familias) pero no está permitido que nadie humille o desprecie a nadie. Conviértalo en un juego y asegúrense de pillarse unos a otros y de llegar al punto en el que cualquier miembro de la familia pueda decir: “esa es una crítica destructiva” o que cualquiera puede decir: “no acepto eso”. Y si ustedes se han equivocado reconózcalo, que digan: “lo siento”.
En cuanto a mis hijos yo aprendí esto antes de tenerlos. Lo que decía a mis hijos era: “¿me perdonas? Lo siento, lo lamento, ¿me perdonas?” Y ahora a veces discutimos y yo les mando a su cuarto y Michael, viene como lo hizo el otro día y me dice: “papá, te perdono por mandarme a mi cuarto” (la cosa más mona que se puedan imaginar) y yo le dije: “Michael, lo siento, muchas gracias; perdóname”.
Y si uno pide perdón siempre mantiene abiertas las puertas.
El último punto que no deseo olvidar es el siguiente, que para pedir perdón a los hijos tenemos que quitar a nuestro propio ego del camino y ponerle la salud mental de nuestros hijos por delante de todos los demás. Cuando uno pide perdón tiene que tener valor y personalidad para poderlo hacer. Hay que tener valor y personalidad. Un adulto necesita una fuerza tremenda para pedir perdón a un niño; pero, cuando uno da el ejemplo ayuda a sus hijos a desarrollar su valor y su personalidad.
¿Saben cuánta gente pasa la mitad de su vida intentando evitar admitir que se ha equivocado, que ha cometido un error? Cuando se demuestra a los hijos valor y personalidad diciendo: “lo siento, me he equivocado, en esta casa no hacemos críticas destructivas”; se les está demostrando que ellos también pueden tener valor y personalidad; que ellos también pueden decir: “lo siento, me he equivocado, he cometido un error”. Ellos también pueden pedir perdón cuando dicen o hacen algo que haga daño a otro. Y el dar este ejemplo a sus hijos les proporciona una excelente base de amor propio, de sentimiento de valía personal y les permite dedicar todas sus vidas a realizar sus posibilidades en lugar de acompensar sus deficiencias.
Es lo mejor que se puede hacer por un niño y espero… que lo harán por sus hijos.